viernes, 11 de febrero de 2011

Tira pa'lante

 Sólo sé que no sé nada, que "hoy" mañana será ayer. Que paso, no quiero saber nada, que no quiero pensar ni en el antes ni en el después.

viernes, 4 de febrero de 2011

Ha llegado la hora.



 
Creo que ha llegado la hora de decir adiós. La hora de tirarlo todo de encima de la mesa. De tirar a la basura todos esos recuerdos y todas las promesas que quedaron por cumplir. Esa palabrería que un día te rompió el alma. No podemos vivir constantemente anclados en el pasado, un pasado que nos anuda y que no nos deja vivir el presente ni avanzar hacia el futuro. Aquellos recuerdos que no somos capaces de soltar y que solo son lastres para nosotros. Sacos de cementos que nos hacen la cuesta hacia arriba, dura y fatigosa cuando a veces tendríamos que dejarnos caer por ella en bicicleta y dejar que la brisa en nuestra cara eleve nuestra sonrisa. Deberíamos disfrutar de lo que está a nuestro alrededor, de aquellos quienes nos rodean con sus brazos amándonos de verdad, esas “rocas” consistentes que aman nuestras virtudes y aguantan nuestros defectos y que siempre están ahí luchando contra la marea. Pero lo que no podemos evitar y lo que más nos duele es que la mar las golpee y las vaya erosionando hasta llevársela con ella.

No nos deshacemos de estos recuerdos porque tenemos miedo. Miedo a que al desechar todos esos recuerdos perdamos la posibilidad de que vuelvan a cobrar vida en este tiempo presente, miedo de perder todo lo que nos importa, cosas que en realidad no merecen ni la cuarta parte de importancia de la que le damos. Miedo al dolor que desecharlo causa, cuando, seguramente sea lo mejor que estemos haciendo. El dolor de una herida que se abre y que al principio nos puede doler más que todo el daño que nos estamos causando al no desprendernos de todos aquellos simbolismos que rodean nuestra vida. Pero debemos hacerlo si queremos seguir hacia delante. Sin embargo, siempre queda una cicatriz, algo que al menos no molesta, algo que no nos deja lesionados pero sí marcados.

Yo soy una persona sincera, que da su opinión sin tapujos, que dice lo que piensa, lo que siente... Y por eso solo quiero en mi vida a la gente sincera, que me diga lo que piensa, que de la misma cara siempre a todos, no como aquella gente que maneja el arte de la pantomima, que a ti te da la cara y a los demás le da la cruz. Gente que cojea de un pie al fin y al cabo... Soy una persona que dice lo que siente, pero que no se lo dice a cualquiera, alguien que no dice los “te quiero” como el que dice “buenos días”, que no dice las cosas porque sí. Alguien con las ideas bien claras y que desea compartir su vida con la gente que también desea compartirla de esa manera. De este modo, tenemos que observar lo que nos envuelve y tener un poco de amor propio para, así darnos cuenta de que valemos muchísimo más que lo que algunos piensan. Que no vale la pena llorar por quienes no te aprecian...

Una vez un hombre sabio me dijo que, por estas mismas razones, debemos hacer todo lo posible por desatar de nuestra vida los lazos que nos atan al pasado y que “no existen segundas primaveras”, que debemos dejar de pensar que lo que vivimos una vez volverá a repetirse, que habrán momentos peores o mejores a uno anterior, que cada momento es único e irrepetible. Y por esta misma razón, no debemos perder el tiempo llenos de dolor, obcecados en nuestros recuerdos y en los “quise pero no pudo ser”.